Bren Moloney

A veces me agarra una duda que me invade cuando estoy pasando un momento feliz. 

¿Me lo merezco?

Esta idea se relaciona con un concepto sociologico, la meritocracia.  En 1958, Michael Young lo propuso como un sistema donde la inteligencia y el esfuerzo determinaban la posición social del individuo. Pero, a diferencia de lo que hubiera esperado, no era a favor de esa idea, sino justamente en contra. Muchos discursos políticos más recientes, utilizan esta idea como un slogan publicitario y validan las posiciones sociales como validadas por puro método propio, y eso… puede ser peligroso. Socialmente, está el discurso de que si se quiere progresar, hay que sacrificarse, deshausiarce, y hasta pasarla mal, pero esa es una mentira de los dueños de los producción para que el trabajador se autoexplote. Este discurso está tan promocionado y romantizado, que a veces se termina naturalizando Pero dejando un poco de lado lo académico, ¿por qué insiste esta idea en mi? 

Crecí con esa idea. Mi familia queriendo que me vaya “bien” me la inculcó con impetu. Sinceramente se que fue deseandome lo mejor, pero eso, desembocó en que muchas veces ponga en cuestión si realmente merezco lo que tengo.

Sin ahondar mucho más, porque una soluciones magicas no hay. Es necesario practicar ante la presencia de estos pensamientos que insisten y causan angustia, poner un parate. 

Preguntar ¿por qué? ¿de donde viene? ¿realmente tengo que creerlo? Y sobre todo, ¿vale la pena sostenerlo? Porque al final el mundo es bastante jodido en sí mismo, como para creer todo lo que escuchamos sin pausarlo y cuestionarlo aunque sea por un momento. 

Ante esta insistencia obsesiva en “merecer” todo lo que consigo o las cosas buenas que me pasan, estoy intentando practicar reconocerlo rapidamente, ponerle un freno y recodar que no se trata de medir constantemente si somos suficiente para ser felices o no

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